A todos nos ha pasado que si hemos abierto un paquete de galletas y lo hemos dejado abierto durante varios días, ha acabado por ponerse rancia y blanda la galleta, o también con las patatas fritas y demás. Sin embargo, si hemos empezado a comernos una magdalena o un sobao, y lo hemos dejado a medio, al día siguiente está duro, igual que el pan, que no dura más de un día por ahí guardado. ¿Por qué les afecta de forma distinta el ambiente a estos alimentos?
En ambos casos la razón es la misma, pero opuesta. Te lo explico.
En la elaboración de las galletas, estas pasan por un horno a gran temperatura, que produce una desecación de la misma, obteniendo un alimento con una humedad relativa inferior a la del ambiente. Al comer las galletas y dejar el paquete abierto, ambos grados de humedad (el del ambiente y el de la galleta) tienden a equilibrarse, a igualarse, de tal modo que la galleta toma esa humedad del ambiente, es decir, aumenta su contenido de agua, lo que produce ese ablandamiento.
Y ahora pasa algo parecido, aunque no del todo opuesto. Las magdalenas no sólo tienen más agua que las galletas (que se incrementa si encima están rellenas de mermelada o chocolate), sino que además son más esponjosas, es decir, están llenas de poros por los que entra el aire y, así, la superficie de contacto con el ambiente es superior, aumentando el grado de desecación y, por tanto, de endurecimiento.

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