Muchos hemos visto en películas, o hemos oído las declaraciones de una persona que estuvo a punto de morir (por ejemplo, una parada cardíaca) como relatan su experiencia cercana a la muerte. Todos conocemos el típico relato en el que describen una luz intensa y blanca al final de un largo túnel. Pues resulta que esa sensación existe, no es de película, y la ciencia nos lo explica.
La mayoría ha considerado siempre este fenómeno como algo espiritual, místico, una llamada desde "arriba" para que sigamos el camino correcto hacia el más allá y nos despidamos de lo terrenal, sin embargo, algunos estudios han demostrado, una vez más, que la ciencia tiene respuesta para casi todo.
Un estudio de la Universidad de Eslovenia, ha descubierto que los pacientes que sufren una experiencia cercana a la muerte (ECM) y que dice haber dicho haber visto esa atrayente luz, muestran una alta concentración de dióxido de carbono (CO2).
¿Cómo ocurre?
El CO2 es un gas que produce nuestro cuerpo de forma natural como material de desecho en el metabolismo de las células. Éstas toman el oxígeno que inspiramos en la respiración, es transportado por la sangre a todos los tejidos del cuerpo donde es aprovechado, liberando dióxido de carbono (tóxico) que es devuelto por la sangre a los pulmones y exhalado al exterior.
Hasta ahora se pensaba que la anoxia, o falta de oxígeno en la sangre, era la responsable de este tipo de experiencias extrasensoriales, pero el estudio realizado en 2010 puso otra hipótesis sobre la mesa. El exprimento consistía en investigar a 52 pacientes que habían sufrido un paro cardíaco. De ellos, 11 aseguraron haber experimentado una ECM, cuyos niveles de CO2 en sangre coincidieron ser los más elevados de los 52 pacientes. Cuando el corazón se para, también lo hace el flujo de sangre, bloqueando el traslado del CO2 residual de los tejidos a los pulmones para su eliminación, y se acumula en el organismo.
Pero hay más
Otro estudio, esta vez realizado en la Universidad George Washington, en los Estados Unidos, estudiaron a siete pacientes que tenían funciones cerebrales normales pero sufrían de enfermedades terminales y cuyas familias habían decidido retirarles los tratamientos de prolongación de la vida (como la conexión a un respirador mecánico).
Los pacientes sufrían de distintas enfermedades -cáncer, dolencias coronarias o fallos multiorgánicos- y fueron monitoreados por un dispositivo que mide el nivel de consciencia y también por un electroencefalógrafo (EEG), que mide las ondas cerebrales y, por tanto, la actividad del cerebro.
El estudio mostró que, en cada caso, la pérdida de presión sanguínea era seguida por una caída en la actividad relacionada con la conciencia. Pero luego un pico de actividad cerebral aparecía en el EEG justo en los momentos previos a la muerte, comparable y de duración parecida en los siete pacientes que podía ser el registro del momento en el que el paciente ve el túnel.
Ambos estudios no son totalmente concluyentes y presentan algunos interrogantes, pero sí que arrojan mucha luz (nunca mejor dicho) sobre este fenómeno y deja el "túnel" abierto para futuras investigaciones con mayor número de pacientes.
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