Muchos hemos visto en películas, o hemos oído las declaraciones de una persona que estuvo a punto de morir (por ejemplo, una parada cardíaca) como relatan su experiencia cercana a la muerte. Todos conocemos el típico relato en el que describen una luz intensa y blanca al final de un largo túnel. Pues resulta que esa sensación existe, no es de película, y la ciencia nos lo explica.
La mayoría ha considerado siempre este fenómeno como algo espiritual, místico, una llamada desde "arriba" para que sigamos el camino correcto hacia el más allá y nos despidamos de lo terrenal, sin embargo, algunos estudios han demostrado, una vez más, que la ciencia tiene respuesta para casi todo.
Un estudio de la Universidad de Eslovenia, ha descubierto que los pacientes que sufren una experiencia cercana a la muerte (ECM) y que dice haber dicho haber visto esa atrayente luz, muestran una alta concentración de dióxido de carbono (CO2).
¿Cómo ocurre?
El CO2 es un gas que produce nuestro cuerpo de forma natural como material de desecho en el metabolismo de las células. Éstas toman el oxígeno que inspiramos en la respiración, es transportado por la sangre a todos los tejidos del cuerpo donde es aprovechado, liberando dióxido de carbono (tóxico) que es devuelto por la sangre a los pulmones y exhalado al exterior.

Pero hay más
Otro estudio, esta vez realizado en la Universidad George Washington, en los Estados Unidos, estudiaron a siete pacientes que tenían funciones cerebrales normales pero sufrían de enfermedades terminales y cuyas familias habían decidido retirarles los tratamientos de prolongación de la vida (como la conexión a un respirador mecánico).

El estudio mostró que, en cada caso, la pérdida de presión sanguínea era seguida por una caída en la actividad relacionada con la conciencia. Pero luego un pico de actividad cerebral aparecía en el EEG justo en los momentos previos a la muerte, comparable y de duración parecida en los siete pacientes que podía ser el registro del momento en el que el paciente ve el túnel.
Ambos estudios no son totalmente concluyentes y presentan algunos interrogantes, pero sí que arrojan mucha luz (nunca mejor dicho) sobre este fenómeno y deja el "túnel" abierto para futuras investigaciones con mayor número de pacientes.
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