Radiación
Aunque ya he explicado qué es la radiación y su espectro en contadas veces ("¿Es peligrosa la radiacíón del móvil?", "¿Por qué nos quemamos con el Sol?" o "Fluorescencia vs fosforescencia") y qué es la radiación ionizante, que provoca cambios en la estructura de los átomos, desprendiendo electrones, es decir, ionizando el átomo, lo que no dije es la frecuencia con la que estamos expuestos a esta radiación.
La radiación ionizante está presente en nuestra vida cotidiana, es un agente natural con el que convivimos, pero no es algo nuevo o creado por el hombre, no. Nos acompaña desde el comienzo de nuestra existencia (y de la existencia de la Tierra) y puede tener origen muy diverso: rayos cósmicos que llegan del exterior de la Tierra, el aire que respiramos, nuestro propio cuerpo, e incluso nuestro planeta.
Rayos de partículas cósmicas
Aunque parezca muy peliculero, a todos nos ha caído alguna vez uno de estos rayos de alta energía encima. La lluvia de partículas de alta energía se produce cuando los rayos cósmicos energéticos (que son básicamente núcleos atómicos de hidrógeno, helio o elemento pesados) golpean la parte superior de nuestra atmósfera, alterando las moléculas que en ella se encuentran formando los radionucleidos cosmogénicos, siendo los más famosos el carbono-14 (C-14), el tritio (H-3) y el berilio-7 (Be-7). La radiación cósmica es la fuerte principal de estos radionucleidos en la Tierra.
Así, un 10% de la radiación natural a la que estamos sometidos son cosmogénicas, del espacio exterior
Radiación en el aire que respiramos
La radioactividad del aire viene en forma de gas radiactivo conocido como radón, que se produce en la desintegración del uranio, un elemento radiactivo de nuestra corteza terrestre. El radón es un gas inodoro, invisible e insípido, 7 veces más pesado que el aire y que, cuando escapa al aire libre se dispersa rápidamente dando concentraciones muy bajas. El problema es que, cuando entra en un edificio a través del suelo o sus muros, si éste no está bien ventilado, su concentración aumenta, aumentando, entre otros peligros, el riesgo de padecer cáncer de pulmón.
La cantidad de radón que libera el suelo depende del tipo de minerales y rocas que lo compongan, así, existe mayor cantidad de uranio (recordamos que es el que se desintegra en radio y éste libera el radón), siendo los materiales que mayor uranio contienen el granito, cuarzo, mica y feldespato (entre otros). Así, en terrenos con mayor cantidad de granito, habrá más producción de este gas radiactivo.
Casi la mitad de la dosis de radiación natural que recibimos, es responsabilidad de este radón, causante, desde un segundo puesto (detrás de los muy pobrecitos fumadores) del cáncer de pulmón, por lo que si además eres fumador, las probabilidades de contraer esta enfermedad aumentan de forma exponencial.
Yo también soy radiactivo
Hasta nosotros llegan los materiales radiactivos naturales existentes en la corteza terrestre, absorbidos por las plantas y los animales y disueltos en el agua. Por eso, cuando comemos o bebemos, estamos ingiriendo cantidades variables, aunque pequeñas, de isótopos radiactivos. Algunos alimentos contienen más radioactividad, como son el té, el café, el pan... Así que las personas asiduas a ingerir estos alimentos están más expuestas a la radioactividad. Sin embargo, no hay que preocuparse ni dejar de comerlos, pues la radioactividad que contienen es minúscula y no se ha detectado que suponga ningún riesgo para la salud. Entre los principales radionucleidos en nuestro organismo encontramos al famosos C-14, el tritio y también el potasio 40 (K-40), alcanzado casi el 10 % de la radiación total que recibimos.
La radiación terrestre
Al igual que veíamos con el uranio antes, la corteza terrestre contiene además otros materiales radiactivos naturales, no volátiles, pero a los que estamos expuestos directamente desde el suelo y las rocas superficiales. Y esto conlleva que, por ende, los materiales de construcción cuya materia prima son estas rocas, como los ladrillos y hormigón, también contengan su dosis de radiación. Los principales materiales radiactivos que aquí encontramos son el K-40, el rubidio 87 (Rb-87) y dos derivados de la desintegración del uranio, el uranio 238 (U-238) y el torio 232 (Th-232) (El torio, además, tiene otras utilidades interesantes que puedes ver en este otro artículo del blog, sobre una fuente inagotable de energía).
Así, vemos que los humanos estamos constantemente expuestos a multitud de radiaciones naturales, alcanzando de media dosis de 2,4 mSv (miliSievert) por persona y año (en España, entre 2,4 y 3 mSv) divididas entre los distintos tipos que hemos visto anteriormente y que podemos ver en la gráfica.
A esto habría que sumarle la radiación artificial, ya creada por el hombre y a la que también estamos expuestos y que se utiliza en medicina, en la conservación del medio ambiente, industria, agroalimentación, control de plagas y producción de energía. Sin embargo, y aunque ésta nos dé tanto miedo, se ha calculado que únicamente supone cerca de 0,5 mSv/año (bastante menor a la radiación natural a la que estamos expuestos).
¿Dónde empieza la peligrosidad?
No se ha podido demostrar relación entre los niveles de radiación de casi 3 mSv/año y problemas de salud o incremente de riesgo de padecer algún tipo de cáncer. Lo que sí se sabe, o se ha estipulado, es que una exposición de 100 mSv al año ( más de 30 veces superior a la que estamos sometidos generalmente) es el menor nivel a partir del cual cualquier incremento de riesgo de cánceres de forma evidente. Y un acumulativo de 1.000 mSv/año probablemente causaría un cáncer letal varios años después en un 5% de personas expuestas.
Así, tristemente, y aunque todos estamos sometidos diariamente a multitud de fuentes de radiación, no parece que ninguna de ellas sirva para darnos esos tan ansiados súper poderes. Al contrario, si algo nos pueden dar, es una mayor probabilidad de acabar bajo tierra. Así que nada, toca seguir siendo ciudadanos de a pie y fantasear con adquirir súper fuerza, súper velocidad o visión de rayos X.
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